IX— MUCHA POLICÍA, POCA DIVERSIÓN
Su
visita a las amigas de su hermana había sido totalmente infructuosa, en la
mayoría de los casos poco sabían de ella últimamente y la única que parecía
guardar cierta relación, Maite, tampoco daba señales de vida. No sabía por
dónde tirar, su madre estaba desesperada pero no quedaba otra que esperar las
veinticuatro horas reglamentarias para ir a la policía a denunciar su
desaparición. Desgraciadamente en esa época, la desaparición de una chica,
mayor de edad, acompañada de su supuesto novio no era ni mucho menos importante
para casi nadie, sólo para ellos. A diario desaparecía gente y los medios para
localizarlos eran escasos. Normalmente aparecían sanos y salvos, por su propio
pie, y menos mal, porque nadie iba a salir a buscarlos.
Vivían
en la calle Luna, en Malasaña, así que no tenían que moverse mucho para llegar
a la comisaría más cercana. Su madre se había empeñado en ir aunque él le había
pedido que no lo hiciera. Cuando por fin los atendieron ya habían pasado casi
dos horas más. Era diez de Junio del año dos mil uno. Un funcionario no
demasiado simpático ni demasiado antipático les atendió. Le contaron todo lo que
sabían, su madre insistió en ver al Inspector Costoya. Al señor funcionario no
le hacía ninguna gracia molestar al tal Costoya pero ante la insistencia de su
madre no le quedó más remedio que claudicar y avisarlo. Poco después aparecía
ante ellos la figura de aquel hombre descuidado con barba de varios días y una
sonrisa enorme en la cara.
—
¡Emilia¡— Le dio un enorme abrazo que
dejó alucinado a Luis y se presentó.
—
Inspector Costoya, tú debes ser Luis.
—
Sí, yo soy, disculpe pero no lo
reconocía.— Entonces cayó en la cuenta de quién era aquel hombre. Había sido
vecino suyo durante años, imposible olvidar tanta extravagancia, lo que no
sabía es que su madre y él tuviesen tanto trato.
—
Pasar por aquí, sentaros.— Los condujo a
una sala que apestaba a tabaco, cerrado y mugre.— Tendréis que disculpar pero
no suelo recibir visitas.
—
Señor Costoya, verá usted, mi hija…
—
Emilia, Miguel para ustedes, continúe
por favor…
—
…mi hija como le decía ha desaparecido
ayer de noche. Es una chica muy responsable, nunca ha faltado sin avisar y como
comprenderá tiene que haberle pasado algo.
—
Comprendo, su hija, como se llamaba, ¿Elena?
—
Sí, aquí le traje una foto reciente.
Poco antes de conocer a ese impresentable.
Le contaron todo lo que
sabían, y Costoya se interesó por aspectos personales de su hermana, parecía
que sabía lo que se hacía. Al menos salieron de allí algo más tranquilos de lo
que entraron, aunque aquella sensación de desazón tardaría demasiado en irse.
Debería
haberse dado cuenta que su hermana se estaba metiendo en algo turbio, no era la
misma hacía meses, desde el inepto ese. Intentó avisarla pero le decía aquello
de que sabrás tu mocoso. Tenía veintiséis años pero para su hermana siempre
sería el mocoso.
X—PARECE
QUE AUN FUE AYER
—
Supongo que lo de tú hermana será lo
peor.— Lo miró y pudo ver como aquel tema le cambiaba completamente la cara.
—
Lo peor es no saber nada. Que nadie
quiera saber nada.
—
¿Pero nunca hubo una hipótesis, algo
concreto de lo que paso?
—
Conjeturas, aquel inspector, Paola, hasta que los apartaron del caso, todo muy
raro.
—
No supisteis nada más desde aquella.
—
No, la verdad que no, y nos dejamos ir también. Mi madre envejeció
de repente, yo me volví más introvertido. No hablábamos del tema. Es más, no lo
hacemos desde hace años.
—
Vaya Luis, siento importunarte, no
quería…— Luis le interrumpió, poniéndole un brazo en el hombro.
—
No, está bien, muchas veces sentí la
necesidad de hablar y no tenía con quien, es algo demasiado íntimo, así que
ahora que me preguntas, no me incomoda para nada. Sabes, siempre fui una
persona positiva, siempre pensé que tenemos lo que nos merecemos, que nuestros
actos determinan nuestra vida. Lo creía, pero cuándo Elena desapareció, no sé,
me pareció que era todo tan injusto. Ni siquiera creo que haya muerto, pasados
los años pienso incluso que se fue, que quiso irse seguramente, que no quiso
saber nada más de nosotros, todo lo que nos pasó, desde la separación de
nuestros padres, seguro que nos dejó algo trastornados, no éramos chavales
normales, no hacíamos cosas normales, todo se volvió oscuro. Creo que no lo
merecíamos.
—
Pero está aquello de que la sacaran del
burguer de malas maneras varios tíos, ¿no?
—
Aquel testigo nunca le contó eso a la
policía, sólo me lo contó a mí, en cuánto supuso un peligro para él no quiso
problemas y dijo que no había visto nada, que la chaqueta la dejó mi hermana
allí al irse y punto.
—
Joder la gente es una acojonada.
—
Cada uno va a lo suyo Feli, deberías
saberlo, sólo unos pocos se preocupan realmente por otros pocos, como haciendo
círculos en muchos casos concéntricos, pero nadie arriesga el culo por nadie
hoy en día.
—
Así va el mundo tío, desde luego qué
visto así entiendo que sigas buscando a Tiana.
—
¿Tú crees? Nunca pensé que tuviera
ninguna relación.
—
Luis, es que dos desapariciones en una
vida son muchas desapariciones, entiendo que tú subconsciente busca encontrar
al menos a una de ellas. Pero no me digas que perdiste la esperanza de
encontrar a Elena porque no me lo creo, no me creo que aún sigas enamorado de
una historia de hace veinte años y te resistas a creer que tú hermana puede
estar viva en algún lugar. Y llevamos tres cervezas así que deberías decirme la
verdad.— Rieron, como buenos amigos, Luis tardó en contestar.
—
No quiero hacerme ilusiones, no sé, es
que ese es el problema, no sé por dónde empezar, ¿entiendes?
—
En lo que pueda ayudarte ya sabes que
puedes contar conmigo, ahora que estás de vuelta no te voy a dejar sólo.
—
Gracias amigo, ojalá hubiese tenido personas
como tú estos años.
—
Pero si tú eres un tío la mar de sociable.
—
Sí, pero entre una cosa y otra me costó
soltarme. Soy extrovertido, es cierto pero
la gente ya tiene sus círculos, sus amistades, yo llegué con diecisiete
años, me costó adaptarme, un chapón, que le gustaba el heavy. No eran los
mejores datos para adaptarse rápido.
—
No, visto así no.— Ambos rieron, en
realidad ya reían de casi todo con la cuarta cerveza sobre la mesa.
—
Echaba de menos días así como este,
viendo la playa, con unas cervecitas, amigos y rock n´roll.— Saborearon
aquellos instantes de unión.
—
Cuando Elena desapareció, se llevó
dinero me dijiste, ¿mucho?
—
Todo lo que encontró.— Bajó la cabeza
con pesar.— Realmente por esa fue una de las razones por las que dejaron de
buscarla. Se llevó algo de ropa y todo el dinero qué pudo. No sé, la verdad qué
no lo esperaba de ella.
—
Si te digo la verdad, sigue sonándome
todo muy raro, y en todos estos años nada, ni una llamada, ni un mensaje, no
sé…
—
Su móvil dejó de funcionar poco después,
nunca volvió a dar señal alguna, desapareció no queriendo dejar rastro, no se…
—
Y no puede ser que alguien no quisiera
que la encontraran.
—
¿Alguien? El idiota de Germán supongo,
pero es que tampoco se volvió a saber nada más de él. Y claro la policía ató
cabos y lo cerró como la desaparición de una pareja de enamorados que quieren
libertad.
—
¿Volviste a ver a la vieja?
—
¿A la madre? No, que va, murió poco
después y nadie se presentó al testamento ni a lo poco que esa mujer dejó. Nada
de nada.
—
Joder tío, que entuerto. ¿Y el coche de
Germán, nunca apareció?
—
Sí, acabó apareciendo en un desguace.
—
¿Y Paola? Porque de ella poco hablas,
ella te ayudó.
—
Paola.— Suspiró, y ese detalle a pesar
de la cuarta cerveza no le pasaba desapercibido a su amigo.— Ella la verdad que
buscó y rebuscó, no dejó de intentarlo. Incluso cuándo el caso estaba cerrado
ella siguió intentándolo, buscando por su cuenta, exprimiendo su tiempo. Nunca
se lo agradeceré del todo.
—
Pero no consiguió nada en claro.
—
No, y acabaron trasladándola a su
tierra, a Huelva, después a Cádiz, hablábamos de vez en cuando.
—
¿Huelva? Qué casualidad, ¿no?—Felipe lo
miró bajando la ceja derecha.
—
Casualidad, sí, no lo había pensado, o
sí, pero no le había dado mayor importancia.
—
Pues igual hay que dársela.
—
Que quieres decir, no sé qué tiene que
ver Tiana con Paola pero seguramente nada de nada.
—
Yo ya no digo que tengan que ver, sólo
que son dos pájaros de un tiro.
—
No te sigo.
—
Luis, tienes treinta y seis años, un
amor de verano perdido, una hermana desaparecida, una amante, piensa en
Andalucía, estás de vacaciones, te sobra la pasta y tienes un gran amigo aquí a
tú lado, que también está de vacaciones, verano, Sol, ¿tan difícil es
entenderme?
—
¿Quieres qué nos vayamos al Sur?— Luis
abrió los ojos como platos.
—
Hombre, por fin te enteras. ¿Qué coño
tenemos que perder?
—
Tiempo, dinero. ¿Te parece poco?
—
Te queda toda la vida por delante y no
me engañes que de pasta no tienes problema,
y yo tampoco así que mira, te doy dos días, ponte las pilas con lo que
tienes pendiente de la casa, yo voy mirando vuelos y en cuánto encuentre algo
nos vamos. Déjame a mí la logística que sabes que se me da bien.
—
Joder, pero…
—
No admito un no por respuesta, mal menor
encontraremos a Miriam e igual a mí también me merece la pena el viaje.
—
Joder tío, eres tremendo, jamás se me
hubiera ocurrido por mí mismo.
—
Pero para eso me tienes a mí de amigo
Luisito, voy a pedir otras, que tanto hablar me está dejando seco.
No
pararon de reír el resto de la tarde, eso sí, ninguno de los dos supo cómo
llegó a casa, pero al día siguiente, al despertarse, ambos tenían aquel
sentimiento nuevo, como si una gran aventura estuviese a punto de comenzar en
sus vidas y se iban a tirar sin paracaídas.
XI—
VISIONES
Estaban alojados en el
Hotel Camino del Mar, a escasos cuatro quilómetros de Almonte. Felipe lo había
organizado todo de forma más que cuidadosa, viaje en avión desde Coruña a
Sevilla y de allí coche de alquiler camino de Huelva y acabando en aquella
localidad con tanto encanto.
Sentados en el balcón
de su habitación, ante la inmensidad de la naturaleza y el olor a mar próximo,
con dos 1906 en la mano intentaban aclarar cuáles debían ser sus próximos
movimientos.
—
¿Hay alguna razón por la que estemos
aquí y no en la Costa del Sol o alguna playa nudista?— Luis intentaba picar a
su amigo sabiendo sus viejas costumbres.
—
Ya encontraremos ya, no lo dudes, a ver,
primero, sabemos que tu inspectora está en Sanlúcar de Barrameda, y segundo Tiana
y sus padres sabemos por tus cartas que en 1991 vivían en Niebla. También
sabemos qué Miriam y su madre se vinieron poco después de la muerte de su
padre, dos años después.
—
¿Y por qué se vendrían?
—
Supongo que la muerte del padre influyó,
la madre tenía aquí a su hermana y sobrina, muerto él ya nada les ataba a
Galicia. Y en cuanto a Miriam no estaba pasando su mejor momento.
—
¿Lo sabes de buena tinta?— lo miró
deseando que le dijera la verdad.
—
Sí, digamos que yo fui uno de los que la
ayudó a caer en aquel estado.
—
¿Pero qué pasó? Creía que os iba bien.
—
Y nos iba, hasta que pasó algo.
—
Le pusiste los cuernos, supongo.
—
Joder tío, ni que me conocieras.
—
Pero hombre, ¿cómo pudiste ser tan
imbécil?— Las manos en la cabeza, Luis no podía creérselo.
—
Pues porque los tíos a veces, lo somos,
imbéciles. La tenía tan segura, tan fácil, bebía los vientos por mí, no la
valoraba. Y la mala suerte quiso que otra persona se cruzara en mi camino.
—
Otra persona.— A Luis no le gustaba nada
hacia donde estaba yendo la conversación.
—
Sí, otra que también conoces.
—
No, dime qué no es cierto.— Lo miró con
los ojos muy abiertos y ganas de matarlo.
—
Sí, Luis, lo es. Fue con Paula.
—
Pero joder tío, será por tías, y vas tú
y te lías con su mejor amiga. De verdad que no doy crédito.
—
Bueno fue cosa de dos eh, no vayas a
pensar que ella no quería.
—
No, sólo faltaba, joder tío, y se enteró
claro.
—
Si, ella se lo contó.
—
O sea, ni tuviste los huevos de
contárselo tú. Vaya puto desastre.
—
Lo hice fatal, sí. Fatal. Paula se lo
contó, después pasó lo de su padre y se fueron.
—
Es que era para mataros, vaya dos
idiotas, tío, de ti puedo esperármelo todo, pero de Paula, joder. ..
—
Hombre, gracias amigo, yo también te
quiero.
—
Te conozco, no sé si vales para tener
pareja.
—
Ahora soy maduro Luis, he cambiado,
aunque no lo creas, lo que hice, me hizo ver lo que perdí.
—
Tarde parece.
—
Nunca es tarde si realmente estás
arrepentido.
—
No creo que ella piense lo mismo Feli.
—
Si no se lo pregunto nunca lo sabré.
—
Te arriesgas a que su madre te eche a
hostias, sabes cómo se las gastaba.
—
Sí, eso sí, la vieja era la hostia—
Rieron mientras la 1906 empezaba a hacer efecto rápido en sus cerebros llenos
de falsa testosterona.
—
Ahora nos queda encontrar la casa.
—
No será difícil, no creo que haya muchos
Bonarés por allí, aunque hubieran cambiado de casa. Niebla no será tan grande,
estoy seguro que acabaremos dando con ellas.
—
Visto así, vale. Puede ser.
—
Segundo, ya estás llamando a la
comisaría de Sanlucar e intentando quedar con tú amiguita.
—
¿Con Paola?— Empezó a subírsele la
sangre a la cabeza.
—
Claro, ¿quién sino? Quedas con ella y
aprovecha los días, y nunca se sabe.
—
No sé si me apetece Feli, muchas
emociones juntas.
—
¿Qué esperas a morirte para hacer algo
en tu vida? Muévete hombre, haz algo, no esperes a qué todo te venga hecho.
—
Joder tío, es qué así, de repente.
—
Pues sí, así, de repente. Así que lo
primero bajamos a la recepción y a buscar en la guía.
Se
levantó como una centella, aguantaba mucho mejor el alcohol que Luis que tuvo
que hacer dos amagos para levantarse y no caerse redondo. Aquella cerveza subía
y mucho.
XII— LAS TIERRAS ENCANTADAS
—
¿Y qué piensas hacer cuándo acabes el
instituto?— Tiana lo miró fijamente, como hacía siempre que quería sacar
información confidencial. Luis sonrió.
—
Periodismo, ese fue siempre mi sueño.
—
Periodismo, qué interesante.— Con ella
nunca sabías si era o no en serio.
—
No sé, me gusta escribir.
—
Pues hazte escritor, hacer lo que a uno
le gusto siempre es la mejor opción. Y si es periodismo, ¿qué tipo de
periodismo?
—
Deportivo supongo. Es lo que más me
llama, pero podría adaptarme. La radio también me tira.
—
La radio, pues sí que es difícil sí.
—
¿Y tú, que piensas hacer cuándo
termines?
—
Me gustaría estudiar en la universidad
aunque seguro que acabaré en una fábrica. Por allí la mayoría del trabajo está
ahí. Estudiar cuesta mucho dinero.
—
Pero puedes entrar por becas, sin
costarle mucho a tus padres.
—
No sé Luis, tú lo tienes muy claro, yo todavía
no, y mientras no sepa qué quiero hacer mi motivación se centra en disfrutar la
vida. Como ahora mismo.
Lo
besó despacio pasándole un brazo por la espalda, acariciándole el brazo, abrió
los ojos mientras le sonreía intencionadamente. Luis no era capaz de salir de
aquel embrujo.
—
La vida son momentos Luis, como estos.
No los cambiaría por nada.
—
Ni yo, pero…
—
Pero…
—
Tú te acabarás yendo y entonces…
—
…entonces habremos disfrutado de unos
meses geniales, no pienses en eso, el resto vendrá sólo. Tú, sólo, disfruta.
Volvió
a besarlo como si no hubiera un mañana. Luis era especial. Ella era una chica
muy madura para su edad. La vida en aquel pueblo le había enseñado a crecer
rápido, y eso era una ventaja. Él era sólo un chico, su primera relación, su
primera chica, pero sabía ver un diamante en bruto. No estaba pensando en
casarse, ni tener hijos, pero estaba segura qué tenía algo especial. No era
demasiado guapo, pero todo lo que le faltaba por fuera le sobraba por dentro.
Pronto,
en su casa supieron que estaba quedando demasiado a solas con un venidero y eso
desembocó en discusión familiar. Allí todo se dilucidaba así, con un concilio.
—
A ver Tiana, soy tu tío, y antes de que
llegue a oídos de tú padre ¿Qué te traes con el rapaz ese?
—
Tío, no fastidies, que nos llevábamos
bien…
Era
cierto, tío y sobrina tenían una relación muy especial, desde siempre habían
congeniado, salían mucho a pasear juntos cuándo ellos subían a Galicia o cuando
bajaban al Sur. Él era como el gran confesor de la familia, sin duda con gran
corazón, muy diferente a su padre.
—
Tiana, por favor, no lo hagas difícil,
tú cuéntame.
—
Pues eso, salimos y punto, nos llevamos
bien, somos jóvenes, ¿tú no lo fuiste?
—
Pues por eso pregunto, sobre todo por
eso.— Tiana lo miró desaprobatoriamente.
—
Pues no tío, no ha habido contacto
carnal si es lo que queréis saber, y no, no lo va a haber. Tranquilos todos.
Tiana
era una chica muy segura de sí misma, no tenía pensado hacerlo, aunque creía
que si alguno de los chicos que había conocido merecía la pena para perder la
virginidad, aquel era Luis. Desgraciadamente no iba a tener tiempo de
comprobarlo.
Al
bajar al día siguiente y no verlo le preguntó a Felipe, éste no supo qué
decirle. Había ido a buscarlo, y sus abuelos no le habían ni abierto la puerta.
Todo silencio. Era muy raro. Su amigo estaba taciturno, preocupado.
—
Pero alguien sabrá algo de él, no creo
que haya desparecido.— Tiana no daba crédito.
—
Mañana volveré por allí, les preguntaré,
si consigo que me abran la puerta sé que algo me dirán, soy su mejor amigo. No sé,
lo único que se me ocurre es que esté enfermo, o que se haya tenido que ir a
Coruña urgentemente. Pero sin avisar, es muy raro en él.
—
Pues a mí se me han quitado las ganas de
fiesta, la verdad, casi que me voy a casa.
—
Yo también, te acompañó hasta ahí arriba.—
Felipe era un tío directo siempre
—
Lo aprecias de verdad, ¿a Luis?— Lo miró
con extrañeza pero le pareció hasta bonito que se lo preguntara.
—
Sí, claro, la verdad es qué es especial.
Sé que son sólo unos días pero no me había pasado con nadie.
—
No sabes lo que me alegro. Vale mucho la
pena. No lo dejes escapar. Al menos por ahora. Buenas noches Tiana. Yo me quedo
aquí.
—
Buenas noches Feli.
Aún
era de día, subió aquella cuesta mortal, camino de la casa de sus tíos,
chafada, sin entender nada, dolida pero no podía dejar de sentir todo aquello
bonito que sentía, todos aquellos momentos maravillosos que pasaran juntos,
aunque habían sido pocos. Le costó dormir, tenía un mal presentimiento que le
recorría el cuerpo, algo que jamás había sentido. Era el diecinueve de Julio
del año mil novecientos noventa y uno y el mal había venido para quedarse.
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