Desde aquella ventana
podía admirar el mundo. Cerró los ojos y respiró hondo. Al abrirlos una
bocanada de aire fresco entró en sus pulmones y se sintió más vivo que nunca.
Era junio del año 1991 y él era una fábrica de crear sueños. Volvió a tirarse
en cama mientras escuchaba aquella canción en los cuarenta principales: ¨I´m a
cold heartbreaker, fit a burn….¨
Para nada era un
rompecorazones. Al contrario. Era un chico normal, dieciséis años recién
cumplidos, más bien delgado, alto, casi un metro ochenta, se parecía a su
abuela, y eso no era ningún aliciente a priori. Se consideraba, simplemente, un
chico sin suerte. De su grupo era prácticamente el más pequeño y eso se notaba.
Lo veían cómo a un niño y eso no ayudaba.
No había móviles, ni
whatsapp, no se quedaba en más que un vago nos vemos en el campo o se iba
llamando de casa en casa, eso era lo más normal. Él tampoco era ningún líder
así que se tenía que buscar la vida para unirse al grupo. Decidió que ya era
hora de bajar y que ya bastante tiempo había perdido allí mirando a las
musarañas. Fue una de las mejores decisiones de su vida.
Cuando llegó al campo
la vio. No tardó diez segundos en enamorarse de aquellos ojos almendrados, de
aquel pelo castaño, de aquella voz aguda. Dios había bajado a verle.
—
Hola, soy Tiana, la prima de Miriam.
Aquello
lo dejó frío, casi sin poder reaccionar, sin poder hablar, la miraba pero nada
salía de su boca de burro adolescente…
—
Ho….hoooo…..hola.
—
Ya me parecía extraño que no había nadie
y eso que Miriam me dijo que solíais bajar temprano, ¿a qué hora es temprano en
este pueblo?— Le miró con aquellos ojos redondos, llenos de miel, y esa dulzura
lo inundó más si cabe, a duras penas pudo articular las palabras. Eso y aquel
marcado acento del sur maravillosamente sensual.
—
Eh…bueno….solemos bajar por la tarde,
pero a veces, dependiendo de si vamos a la playa o sino….pues nos vamos
llamando y eso…
—
¿Y tú eres?
—
Yo soy (idiota le hubiera gustado decir)
Luis, sí, sólo Luis.— Ella se lanzó a darle dos besos y se dio cuenta que
aquello casi deja sin sentido al pobrecito Luis.
—
¿Y cómo os divertís aquí? No sé, es que
de donde yo vengo es otro rollo, otras costumbres, ya sabes.
—
Pues, no sé, escuchamos música, bajamos
a la playa, hablamos. Muchas cosas supongo.
—
Que interesante— Tiana lo miró con
aquella cara de incredulidad y sacó una sonrisa en la cara de Luis. Era
preciosa, lo más bonito que había visto en su puñetera vida y el destino la
había puesto en su camino. Se rieron juntos por primera vez y el olor a fuego
empezó a caldear el ambiente. Era nueve de Junio de 1991. No olvidaría jamás
aquel día.
Pronto habían llegado
los demás, demasiado pronto la verdad, pero
en ningún momento aquella conexión especial había cesado entre los dos. No
podía dejar de mirarla y ella, aunque disimulaba, se dejaba mirar. Desde el
primer momento se dio cuenta de que todos perdían la cabeza por Tiana. Tenía
algo diferente, no sólo por ser de fuera, sino por su forma de mirar, por su
forma de hablar, por su forma de moverse. Estaba enamorado. Era su primera vez.
Su mejor amigo, Felipe,
se dio cuenta desde el primer momento, él era mayor, superados los dieciocho la
vida amorosa se ve de otra manera y aunque por su timidez tampoco era su fuerte
ya tenía un par de cicatrices importantes.
—
Deja de mirarla tanto Luisito, que se te
nota.— Luis lo miró fijamente e iba a protestarle pero se dio cuenta que tenía
toda la razón del mundo.
—
¿Tanto se me nota?
—
Joder tío, llevo aquí media hora y
no le quitas ojo. Bueno, ni tú , ni el
resto.
—
No tengo nada que hacer, ¿verdad?
—
¿Y por qué no? Las mismas que los demás.
Quiérete más Luisito. Créeme. Llegarás más lejos.— Le dio una palmada en la
espalda y se fue camino arriba sin despedirse de nadie más.
Volvió a mirarla de
reojo, sentada en aquel banco verde junto a Miriam y Paula. De pie haciendo
méritos estaban Miguelón y Edu. El a corta distancia apoyado en la marquesina.
De repente Miriam se levantó y fue hacia él. Se acercó mucho, casi podía
tocarla. Sentirla. Azorado miró incluso en dirección a Tiana, no quería perder
puntos.
—
A ver Luis, mañana a las diez nos vemos
aquí, vamos a la playa, ¿vale?— Miriam lo miró a los ojos con aquella cara de
pillería que nunca podría olvidar. Se rieron. La felicidad entró como un
torbellino en su interior.
—
Si, aquí estaré. A las diez.— Le soltó y
volvió a sentarse junto a Tiana. Ella lo miró sin necesidad de decir nada y él
no podía sacarse aquella sonrisa boba de la cara. Ninguno de los otros,
enfrascados como estaban en sí mismos, en demostrar ser mejores que los demás,
se dieron cuenta de la jugada.
Luis, educadamente se
despidió de todos y un especial encantado Tiana dedicado a aquel ser
maravilloso que acababa de entrar en su vida.
Llegó a casa, encendió
la radio, y en los cuarenta principales estaban poniendo otra vez aquella
canción: ¨You could be mine, but your way is out of line¨
Una corriente de
felicidad le recorrió el cuerpo. Cerró la ventana y no dejó que se fuera de
allí bajo ningún concepto. No sabía que era aquello que sentía pero en ese
momento sabía que era capaz de cualquier cosa por difícil que fuera, aunque lo
primero que se propuso, dormir, le costó un mundo.
II—Radio
Playa
Miriam, Tiana y él estaban
solos en la playa. Sería un sueño para cualquiera, y ese cualquiera era él,
Luis. No sabía que había hecho para merecer semejante suerte, pero prefirió no
pensar mucho. Allí estaban, en los pozos, tumbados en sus toallas, al lado de
aquel ser maravilloso que había venido para cambiar su vida.
—
Chicos, yo me voy a bañar, ¿alguno se
anima?— Era Miriam la que se iba corriendo al agua y él prefirió esperar y no
precipitarse que en eso sí que era especialista.
—
Yo prefiero esperar un ratín, ¿no?— Esa
pregunta iba dirigida a él, y por supuesto no se iba a mover de allí a no ser
que lo sacara una grúa.
—
Nos quedamos sí, aparte acabo de
desayunar.
—
Ah, ¿qué haces la digestión?— La risa
burlona de Tiana le cogió por sorpresa.
—
Ehhhhh…— La miró y no pudo aguantarse
más. Empezó a echarle arena a paladas.
—
Oye…—protestó riendo Tiana— ¿pero qué te
has creído?
—
No querías bañarte, así que habrá que
ayudarte.
—
¿Y tú?, espera hombre vas a ver lo que
es bueno.
Empezaron a correr por
todos los pozos uno detrás del otro riendo a carcajadas. A escasos cien metros
Miriam sonreía, se alegraba, era casi tan feliz como podía serlo Luis. Lo
apreciaba. Era un ser de luz. Una de esas personas que lo merecen todo, que la
vida tiene que ser generosa con ellos porque gracias a ellos es posible un
mundo mejor. Ella era mayor para él y se sentía como una hermana, sino no
duraría en intentar estar con él. Pero sabía su papel, y Tiana lo tenía todo
para Luis. Era guapa, buena persona, simpática y era otro ser de luz. Igual uno
de los cometidos de su vida era unirlos.
Los vio venir corriendo
directos hacia ella y empezó a chapuzarlos con rabia, con ansia, riendo a más
no poder.
Fue uno de esos días
que una persona no puede olvidar aunque pasen decenas de años. Una de esas cosas que cuando vuelves a ese mismo
lugar vuelve a ti para recordarte lo grande que fuiste en aquel momento. Luis
no sabía hasta qué punto.
La historia de amor de
Luis y Tiana empezó aquel día. Ojalá pudiera decir que fue la historia de amor
más bonita jamás contada, pero sería descubrir la historia.
III—
TIEMPO
Era el mejor verano de
su vida. Su abuela le decía que estaba atontado, que no se enteraba de nada,
pero no, es que estaba enomorado, y mucho. Tiana también lo estaba, y eso,
aunque siempre tienes dudas porque es imposible estar en la cabeza de los
demás, saltaba a la vista. No dejaban de hacer planes, y aunque también estaban con los demás casi
siempre se las arreglaban para estar sólos y subir al monte. Allí hablaron
hasta que las palabras perdieron las letras y la tinta se borró en su memoria,
hasta que el tiempo se convirtió en algo irreal, intangible, en algo que no
existía para ellos. Se amaban con fuerza, del mismo modo que se reían, que
hablaban, que discutían a veces.
Luis no podía ser más
feliz. Tiana no podía ser más feliz. El mundo era maravilloso. Casi perfecto.
Casi.
Le extrañó ver el coche
de su padre allí tan temprano, y sin
avisar, pero no quiso darle importancia. Lo saludó medio dormido y ya se dio
cuenta que aquella cara no traía nada bueno. Sólo podía ser transmisor de malas
noticias.
—
Cuando termines ven a la terraza.— Era
una orden.
—
Sí, Papá, ahora voy.— No pintaba nada
bien.
Desayunó con un nudo
terrible en el estómago, pero no sabía lo que estaba a punto de pasar,
realmente ni siquiera lo imaginaba. En cuanto entró en la terraza una tormenta
empezó a agolpársele en la cabeza, a machacarle las ideas, no podía pensar, no
quería, sólo deseaba que aquello fuese una pesadilla y no fuese para nada real.
Sus padres se estaban separando, su madre había sido infiel y su padre había
venido a contárselo, a él y a los padres
de su madre. No podía creerlo. No podía entender nada. Prefirió irse a su
habitación. Maldijo aquello. Maldijo todo. ¿Por qué después de algo bueno
siempre venía algo malo?, ¿Por qué no podía ser feliz y punto? Lloró y dejó que
sus lágrimas mojaran sus sueños y estos se fueran arrugando poco a poco hasta
convertirse en sólo recuerdos.
—
Nos vamos.— Su padre había entrado en la
habitación, aquello sí que no lo esperaba.
—
¿Nos vamos? Pero…
Su padre no le dejaba
hablar, ni protestar, sólo mandaba.
—
Recoge lo que necesites y vamos, no sé
cuándo volveremos.
—
Pero Papá…— No era una protesta, era una
súplica, las últimas palabras de un moribundo.
—
Ni pero ni hostias, tienes dos minutos.
Era un mundo donde no
había móviles, ni whatsapp, era un mundo donde todo se hacía llamando a las
puertas, quedando en el campo. Luis estaba perdido y lo sabía, no tenía manera
de avisar a nadie, y nadie sabría qué habría pasado hasta que el volviera. Era
egoísta, en ese momento no le importaba una mierda lo de sus padres, le
importaba su vida, su amor, su libertad, todo lo que estaban arrebatando en
aquel maldito momento. Las vueltas que da la vida, en un mismo día, la misma
persona había sido la más feliz e infeliz del mundo.
IV—
LLEVAME A CASA
Tres semanas después y
seguía en Coruña. Esa ciudad que amaba y odiaba a partes iguales. Esa ciudad en
la que nadie es forastero. Había escuchado la versión de su madre, la de su
padre, la de su hermana, había escuchado todo y todo le importaba una puta
mierda. Sólo tenía ganas de llorar. Enfermó. Enfermó tanto que acabó en el
hospital. Era Agosto, mediados, lo recordaba porque mientras estaba en aquella
cama de hospital se estaba jugando el trofeo Teresa Herrera. Había enfermado de
pena, de dolor, de impotencia, de amor, por algo eran incapaces de encontrar
que era lo que tenía, porque lo que tenía no estaba a la vista de aquellos
aparatos, sólo estaba a la vista de alguien que realmente lo quisiera ver. Pasó
más de una semana encerrado, para luego estar encerrado otra semana más en la
casa que pertenecía a sus abuelos en Coruña, la que su madre había utilizado
como vivienda momentánea. No salía de casa, no podía, ni quería, no sabía qué
hacer, ni que decir, ni con quien hablar. Aún no era Septiembre.
No perdía la esperanza así que un día
consiguió convencer a su hermana para escaparse y en aquel Renault cinco medio
destartalado recorrer los treinta quilómetros que los separaban de Bañobre. La
excusa, ver a sus abuelos por primera vez desde que aquella pesadilla había
empezado.
En cuanto pudo salió de
casa, para ver a Felipe. Pero el destino es cruel. Y malo. De camino a casa de
su amigo un coche al que al principio no dio importancia pasó a su lado, en su interior sólo pudo intuir unos
ojos almendrados y ese pelo castaño al aire. Se paró y miró hacia el coche en
su huida y la vio diciéndole adiós y supo que ese adiós no era un hasta luego
ni un hasta pronto sino un adiós en toda regla. Allí, parado en el medio de la
carretera se le rompió el corazón y se le heló la sangre en las venas.
Consiguió llegar al campo y sentarse en la marquesina para esconderse de todo y
de todos, para llorar y no dejar de hacerlo nunca. No podía tener tan mala
suerte. No podía haber llegado tarde tan sólo por minutos. No podía ser cierto.
Se recompuso y cuando iba a subir a casa de Felipe a intentar recabar algún
tipo de explicación vio venir de nuevo aquel coche en dirección a él y de
repente sus venas se inflaron como el infierno y su corazón muerto revivió en
un segundo. No era un sueño, era ella, y estaba parando a pocos metros de él.
Pudo ver a sus padres en la parte de delante del vehículo, ella con media
sonrisa en la comisura de los labios, él con cara de asesino demente. La puerta
trasera del vehículo se abrió y Tiana salió corriendo hacia él. Se paró a dos
metros y extendió la mano.
—
Luis, mi dirección. Escríbeme.
—
Pero, ¿te vas ya?— Le costaba aguantar
las ganas de llorar.
—
Si, para la semana me tengo que
matricular en el instituto y no podían esperar más…
—
Siento no haber podido avisarte, no
haber venido antes…— El dolor de su corazón salía directamente proporcional por
sus pupilas.
—
Tranquilo, algo me dijo Felipe, es un
gran amigo, no lo pierdas. El año pasa rápido. Te quiero.— Le rozó con su mano
izquierda en su brazo derecho y marcha atrás como queriendo para el tiempo
volvió al coche.
—
Te quiero Tiana.— Le salió del alma,
mientras la veía alejarse, mientras veía la sonrisa en la cara de su padre y la
tristeza en la cara de su madre y de nuevo daban la vuelta y se dirigían con su
coche lejos, muy lejos.