La Maldición de la Autoedición
Novel se define cómo el que no tiene experiencia en una determinada actividad. Como tal no hace más de seis meses empecé a escribir. Sí, lo sé, todos aprendemos a escribir de pequeños pero hacerlo de manera más o menos profesional es otra cosa.
Tampoco es que me planteara eso en los comienzos. No sé ni lo que me planteaba en realidad. Simplemente era la necesidad de contar, de expresarme. Y eso hice. Lo primero que escribí se llamaba, y se llama, Tiana, lo mandé a un par de concursos y la guardé en un cajón sin el interés real en editarla, al menos en ese momento. Pero seguí escribiendo....
....Y nació El Guardián de las Flores, haciendo un spin off de Tiana y utlizando dos personajes que habían sido claves en el final de ese libro. Y ahí empezó la guerra.
Leí mucho, pregunté, me aconsejaron y dudé. Dudé muchísimo. Lo mandé a muchas editoriales, algunas no esperaba menos: ni contestan. Y lo entiendes por el volumen, otras muchas te dicen que sí, pero te dan sus honorarios, y unas pocas, dos en mi caso y ya me siento afortunado, consideraban El Gurdián digna de publicar. A ellas, no diré sus nombres por respeto, les estoy eternamente agradecido.
Pero mi decisión valoró muchas cosas. La seguridad que te dá una editorial tradicional cómo esas dos que aceptaron El Gurdián no te las dá una editorial de autoedición ni coedición, pero después de leer el contrato, y os aseguro que leí muchos en eses casi dos meses de toma de decisión, me suscitaba muchas dudas la distribución de la novela.
A mí no me importaba el dinero, sólo me importaba que la novela estuviera, que se viera, que mi ex jefa en Valladolid pudiese comprarla, que mis amigos de Madrid también la pudieran pedir, simplemente disponibilidad.
Así que tras muchas vueltas decidí que no quería un banco de imágenes para mi portada, ni una distribución difusa, ni esperar un mes para el ebook y dependiendo de las ventas del papel, ni una campaña publicitaria más pendiente de las unidades vendidas que de la propia esencia de la novela.
Y entre las múltiples opciones para autoeditar me quedé con tres: Punto Rojo, Létrame y Círculo Rojo. Reconozco que regateé con todas, que apreté al máximo a mis editoras, un euro más o menos suponía demasiado para mí. Y me decidí por Círculo Rojo, y el por qué fue fácil, porque eran los más completos. Calidad y precio adecuados a lo que yo quería.
Hoy, casi cuatro meses después de dar el ok sólo puedo decir cosas buenas de ellos. Son un equipo profesional espectucular, tú editora está a tu lado para todo, y os aseguro que yo soy muy pesado, y sobre todo cumplen con todo lo que dice el contrato, sin saltarse una coma, e incluso siempre te dan más. Se convierten en estos meses en parte de tú familia y eso se agradece. Además de todo esto respetan tús decisiones y tú eres el que dice cuándo cómo y qué quieres editar, eso sí, después de pasar por las manos de una correctora, un equipo de maquetación, profesionales.
Mi único momento de debilidad surgió con las 50 unidades que había dejado en la distribuidora, que era Logista. El problema fue que tuve la enorme suerte de vender mis copias en menos de una semana, y entonces necesitaba esas 50 como agua de mayo, así que las librerías de la zona las pidieron por mí, para tenerlas en las presentaciones. Ahí sufrí, porque el proceso es farragoso pero gracias a una persona dentro de la editorial todo se arregló y los libros llegaron.
Ahora mismo estoy esperando la llegada de la segunda edición. No puedo estar más contento pero el título de este post es por algo.
Porque sí, para algunos la autoedición es una maldición. Soy un pateador nato, y me recorrí parte de Galicia con mi libro y me encontré personas maravillosas en las librerías pero también aquellas que te dicen: Autoeditado y local, no tenemos sitio para tí, sin ni siquiera echar un ojo a tú libro. Ampliamente compensado por esas otras librerías que se leen tú libro, que te abren su casa y todo para formar parte de ella. Cómo en todo somos personas, y no todos somos iguales.
Y luego está el tema de las redes sociales y las reseñas y esto no es una queja sino una realidad. Los autoeditados tenemos ese estigma y no sólo no aceptan reseñarnos sino que en muchos casos no contestan ni a los mensajes. Yo lo entiendo, en parte, pero tanto cuesta un: No estamos interesados, no reseñamos noveles, algo así? Pues os aseguro que en mi caso el ochenta por ciento utilizan el silencio cómo respuesta. Y cómo en todo te encuentras ese diez por ciento que no le importa lo que seas ni de quien vengas sino el contenido. Podrán darte palos hasta el infinito pero al menos te dejan existir.
Respetando a todas esas personas que reseñan, que aman los libros, que se preocupan por la cultura, ¿cuál es la alergia que tenéis contra los autoeditados? ¿No podéis pensar que quizá en algún momento alguien decidió autoeditarse? ¿O qué escritores ahora contrastados empezaron con la autoedición? ¿O qué simplemente se le puede dar una oportunidad a todo el mundo? A veces con leer un par de capítulos ya sabes si se ha hecho la corrección, si el libro tiene ritmo.
Y por supuesto no hablo por mí, sino por todos, por los muchísimos compañeros y grandes personas que llevo conociendo en estos meses noveles. De inexperiencia, aprendiendo de ellos, con ellos.
Esto es una reflexión personal. Así que esperon vuestras opiniones, diferentes, críticas, todo lo que sea discrepar siempre puede servir para mejorar.
El Guardián de las Flores seguirá intentando abrirse camino en este difícil mundo y se le daís una oportunidad puede gustaros o no pero estoy seguro que no os dejará indiferentes.
Rober H.L.Cagiao.
domingo, 15 de diciembre de 2019
TIANA PARTE V
XVI—
LA FIESTA
Eran
las grandes fiestas del año en toda la comarca. Miño se convertía en un lugar
lleno de coches, gente, puestos de ropa, juguetes, bingos móviles, saltamontes
y demás atracciones. También había actuaciones. Ese año el plato fuerte del
cartel eran Ráfaga y su ¨mentirosa¨. Les pidió a sus abuelos que le dejarán
salir un poco más allá de la una, esa era la hora del comienzo del concierto de
los argentinos. No es que fuera su
estilo preferido, pero se dejaban oír y su guitarrista era fabuloso. Esta vez
obtuvo un sí y salieron todos felices del campo aquel veinte nueve de Junio de
mil novecientos noventa y uno. Podían haber ido en coche con alguno de los
mayores pero prefirieron ir por la vía y disfrutar del recorrido. Al llegar al
Puente del Puzo Felipe puso la oreja en las vías y lo tenía claro, el tren
acababa de pasar, no había peligro. Les separaba casi un quilómetro en línea
recta de Miño con una pequeña y peligrosa curva al final, pero habían hecho
aquel recorrido más de cien veces.
—
A mí los que me molan mucho son los
Metallica tío.— Era Felipe que siempre llevaba la delantera en cuanto a música
se refiere.
—
¿Metallica? Yo me quedo con los Guns
n´Roses.— Las dos chicas asintieron también en apoyo a Luis.
—
Bah, anticuados, Metallica es el futuro,
los Guns están muy bien pero durarán dos telediarios. Oye Luisito sabes que el
guitarrista de Ráfaga utiliza el módelo de Fender Steve Vai.
—
¿Steve qué?
—
Pero tú eres guitarrista, ¿o qué coño
eres?
—
Aborto de, amigo, no lo olvides, y estoy empezando,
acuérdate que fue en reyes cuándo compre mi primera guitarra eléctrica.
—
Sí, bueno, en eso tienes razón, pero vas
a flipar con como la toca el tío.
—
Oye chicos, ¿no escucháis un ruido?—
Todos quedaron en silencio mientras un zumbido que iba de menos a más empezaba
a entrar en sus oídos.
—
Mierda, el tren, vamos, todos a este
lado.— Era Felipe el que les indicaba la dirección, casi no había donde
apartarse, era lo malo de aquel camino. Se apretaron mucho. Tiana y Luis
mirándose fijamente mientras una tremenda ventolera pasaba a su lado
levantándole la falda a Miriam.
—
¡Eh¡ Habrase visto, que casi me deja en
pelotas.— Todos rieron mientras veían el último vagón del tren seguir camino de
Coruña. Volvieron a la vía justo antes de la fatídica curva. No hacía mucho
habían arroyado allí a un hombre mayor. La distancia se recortaba a más de la
mitad viniendo por las vías. Antiguamente existía un sendero paralelo a esta
que el tiempo y el poco uso había borrado.
—
Eres un burro, un charlatán.— Miriam
abroncaba medio en serio, medio en broma a Felipe
—
No, si ahora también tengo que ser
experto en trenes. Pero os juro que las vías estaban calientes.
—
Joder Feli, qué lleva todo el día
haciendo un sol de carallo, ¿Cómo esperas qué estén?— Le dio una colleja a modo
de reprimenda.
—
Vale, vale, el próximo día prometo
consultar el horario de trenes antes de salir.
—
Más te vale. Podías comunicarte con
Pemán.— Era el hombre más famoso del tiempo en la Televisión de Galicia.
—
Ya, como qué soy el único que tiene un
teléfono fijo.
—
Eh, a mi mis abuelos me dijeron que en
Septiembre lo ponen.— Luis llevaba pidiéndolo todo el año.—Pero es que con lo
ratas que son aún no sé cómo los pudimos convencer.
—
Pues hasta ese día, los que queráis hacer
llamaditas ya sabéis a dónde acudir, a junto papaíto .— Nuevas collejas volaron
otra vez al cuello de Felipe mientras dejaban atrás la vía y ya podían intuir el
bullicio que había en uno de los pubs de moda de la noche Miñoca, el Bohemia.
—
¿Vamos a tomarnos una?
—
Espera Feli, quedamos con Paula en los
coches de choque, vamos hasta allí y nos damos unas vueltecitas de paso.
—
Bueno, venga, vamos, pero después venimos
antes de que cierren eh. Que yo quiero darte una paliza al billar.
—
Ja, eso te lo crees tú, sabes que es uno
de mis puntos fuertes.— Miriam empezó a apretar el paso cruzando toda la pista
de la fiesta hasta el fondo, dónde estaban los famosos coches de choque. No vio
a Paula.
—
Venga, vamos a por unas fichas.— Tiana
tiró del brazo de Luis y fueron hasta la taquilla.— Vamos juntos eh, no me
dejes por otra.— Él la miró pudiendo derretir hasta el iceberg que hundió el
Titanic.
—
No tenía pensado boba. Anda, y coge uno
que ande, no una Carracuca de esas.
—
¿Y por qué tengo que elegir yo?— Luis ya
estaba montado a bordo de uno de aquellos bólidos último modelo.— ¡Oye, pero
será falso¡¡ Y deja sitio, culo gordo¡— Se rieron, en realidad se reirían toda
la noche.
La
actuación de Ráfaga había sido un éxito, Miño estaba de bote en bote y
disfrutaron de cada minuto como si fuera el último de sus vidas. Tiana tenía
toque de queda a las tres así que Luis la acompañó a casa mientras sus amigos
se quedaban, eran mayores, un buen rato más. La vuelta la hicieron por la playa
ya que la ausencia de luz lo hacía imposible por las vías. Era más de media
hora de camino a buen ritmo.
—
¿Sabes? Las fiestas aquí son totalmente
distintas.— Tiana lo miró aunque casi no podía verlo en la oscuridad.
—
¿Distintas? No sé, aquí siempre fueron
así, orquestas, el tiro, los coches de choque.
—
Allí de donde yo vengo está el Rocío, es
todo un poco más religioso, más tradicional.
—
¿Tú padre incluído?— Tiana lo miró con
cara de fastidio.
—
No, él es peor, no es tradicional, es
machista, anticuado, fascista.
—
Joder, qué dura eres, ¿no?
—
Mira, primero hoy no quería que viniera,
y después le importaba una mierda que vinierais todos, quería venir a buscarme.
Es asqueroso, me da miedo.
—
Pero estás aquí.
—
Sí, gracias a mi madre y a mi tío, qué
siempre se enfrenta a él.
—
No sé qué decirte para no herirte, al
final quién lo tienes que aguantar todo el año eres tú.
—
Ojalá no fuera así Luis, te lo juro.
Pagaría por ello.
—
¿Y tú madre?
—
Ella aguanta, como aguantan tantas. No
es una justificación, es una puta realidad, tengo dieciséis años pero ya viví
muchas cosas, y ojalá pudiese cambiar tan sólo una de ellas. La sociedad, al
menos dónde yo vivo, está podrida.
—
¿Crees que aquí no?
—
Es distinto, no sé, quizá lo idealice,
pero mi madre siempre me habla cosas bonitas, quizá la playa, el turismo, la
cercanía de la ciudad, todo eso hace que avances a otras revoluciones.— Luis
pensó en lo que Tiana decía y qué quizás tenía razón. Despacio, pero algo
estaba cambiando.
—
Supongo que está en nuestras manos
cambiarlo. Aunque no me preguntes por dónde empezar.
—
Está claro Luis, la educación. Es el
comienzo. A mí me educaron para ser obediente, para hacer las cosas de casa,
para ser una segundona, con la mala suerte de que nunca tuvieron un hijo varón,
algo que siempre cabreó a mi padre, así que al final en lugar de estar en casa
esperando que un hombre ideal viniese a liberarme y darme una posición mejor me
toca trabajar y seguir la tradición de la familia. Y sino, me molerá a palos. Es lo que hay Luis, toca asumirlo.
—
O cambiarlo.
—
¿Pero en mi caso, como lo cambias? No
deberían existir personas como mi padre, ni otras que perpetúan lo que hacen,
ni otras que lo permiten, ni otras que no lo juzgan, pero existen y mientras
este círculo vicioso exista estaremos en peligro de extinción.— Luis no salía
del asombro de la fuerza de aquel ser de la naturaleza. Cómo era capaz de
hablar, de expresarse, de sentir. Era un enorme torbellino. Quiso tener la
pócima para salvarla pero en el fondo sabía que no era ningún caballero, él no
era más que un chico de dieciséis años que aún iba al instituto y con muchos
pájaros en la cabeza.
Tiana
se paró en uno de los bancos que había justo enfrente del aparcamiento de la
playa y se sacó un zapato, tenía una llaga en la parte posterior. Lo miró, lo
abrazó y lo besó.
—
Ojalá esto no terminase, pero es lo que
tenemos, así que dejémonos de política y pasemos a la acción.— Luis la agarró
con fuerza y disfrutaron el uno del otro durante el largo rato que el tiempo se
paró para ellos, cuando volvieron en sí una estrella fugaz cruzó el cielo. Aún
no era tiempo de perseidas, pero para ellos esa fue su gran noche.
XVII— LUJURIA
Sin
éxito volvían a casa después de no encontrar al dueño de las franquicias por
ningún lado y tampoco sacar nada nuevo de su visita a la casa de Germán. La
vieja estaba ya encamada, casi no podía levantarse, la atendían los servicios
sociales. La casa olía a muerte, a destrucción. Le pidieron permiso para echar
un ojo en la habitación de Germán, y así
lo hicieron, pero no encontraron nada nuevo. Nada que Costoya no hubiera tenido
ya en cuenta. Fastidiada, la inspectora Gómez hablaba mucho menos que a la ida.
Creyó que era el momento de tomar la iniciativa.
—
Aquí en este local dan unos tequeños que
están de vicio, dicen que sólo probarlos todos los males se olvidan.— Paola lo
miró, primero con curiosidad, y luego con satisfacción, y lo siguió.
—
¿Tequeños no?,¿Y tú como sabes qué me
gusta el queso?
—
¿A alguien no le gusta? Cuántas más
variedades conozco más me gustan.
—
Como las personas, entonces.— Era una
pregunta trampa.
—
Bueno, las personas en general me
gustan, suelo empatizar rápido, pero creo que me quedo con el queso, sobre todo
el Cabrales.
—
Riquísimo. No lo perdono en mis visitas
a Arenas.
—
¿Eres amante de la montaña?
—
Sí, mucho, aparte de lo bien que sienta
en este trabajo tenemos que estar constantemente en forma.
El
camarero tomó nota y desapareció al instante.
—
Mi favorito es Bulnes. Incontables las
veces que he ido.
—
¿Has hecho los anillos?— Luis no pudo
disimular su sorpresa.— Sí, soy una mujer, pero sé lo que son.— Le había leído
la mente y lo había azorado.
—
No me entiendas mal, no es lo normal
hablar de estas cosas con una chica, que lo conozca, que lo practique, es una
gozada la verdad, y respondiendo a tu pregunta. No. Nunca hice ninguno de los
anillos. Solo trozos variados, carreras, rutas, pero nunca los anillos.
—
Pues yo tenía pensado ir este verano. No
sé, mi primera idea era ir con alguna excursión organizada, pero si encontrara
a alguien con el que ir…
—
Pues la verdad, sería un honor…
—
Sé que nos acabamos de conocer pero esto
de la montaña ya sabes cómo funciona.
—
Sí claro, me parece fenomenal. Yo estoy
de vacaciones a partir del día quince, así que cuenta conmigo.
—
Tendremos que prepararlo bien. No es
ninguna broma, y comprar material. Pero bueno, yo creo que el diecisiete
podemos salir, ¿qué te parece?— Aquello a Luis le estaba viniendo grande pero
nunca había tenido un volcán como aquel enfrente.
—
¿Y la investigación? ¿Qué hacemos con
ella?
—
Hombre Luis, a ver, vacaciones son
vacaciones, una semana no se va a notar demasiado, llevamos seis sin
prácticamente avances. Ojalá en estos días sea capaz de averiguar algo pero una
cosa no exime a la otra.
—
Visto así no. La verdad.— Luis se rascó
la cabeza y empezó a calcular todo el material que tendría que comprar y sí
realmente le daría hecho a aquel torbellino natural que tenía enfrente.— Un día
y ya le leía la mente.
—
Y tranquilo, que iremos despacio, sin
prisas, no tengo pensado dejarte atrás.— Se rieron, mientras el camarero les
traía los dos tequeños acompañados de las ya reglamentarias 1906.— El volcán
entraba en erupción.
XVIII—
ELLAS SON LA LEY.
El teléfono atronaba en
sus oídos, creyó que aún estaba soñando, pero poco a poco fue recuperando la
consciencia y dándose cuenta que lo que sonaba era el teléfono de la mesilla
del hotel y que aquello era totalmente real.
—
¿Sí?—Preguntó aún sin entender muy bien
qué era lo que estaba pasando.
—
Señor Vilabolla…—Le interrumpió, no
había cosa que más le jodiera que qué dijeran mal su apellido.
—
Vilaboa, querido amigo, Vi—la—boa.
—
Usted perdone señor Vilaboa, pero es que
hay aquí una señorita que dice conocerle, le está esperando en la cafetería y
nos dijo que lo avisásemos con la mayor urgencia posible.
—
¿Ha dicho una señorita?, ¿Y cómo es?,
¿Les ha dejado su nombre o algo?
—
No señor, tendrá que bajar para saberlo
y tendrá que disculpar pero tengo más gente esperando. ¿Le digo algo a la
señorita?
—
Sí, dígale que ahora mismo bajo.
Se
vistió a toda prisa, intrigado, en realidad sólo había tres personas que podían
ser y cada una le acojonaba un poco más que la anterior, así que los nervios
empezaron a provocar sudor en su frente, prefirió darse una ducha rápida y al
menos no dar vergüenza, ya sin tiempo a afeitarse ni nada más. El agua salía
como un pequeño chorro, no había cosa que más le jodía, no sabía si aquello
también tenía que ver con el agro turismo o es que estaban a tope con el
regadío de los tomates. Salió tiritando de la ducha y se vistió rápido, cogió
el bolso, las llaves y salió de la habitación.
Sólo
tenía que bajar dos pisos así que prefirió hacerlo andando para que se le
quitara aquel nudo del estómago, pero era prácticamente imposible. Llegó al
vestíbulo y vio a Felipe al fondo de charla con unas chicas, intentó que no le
viera y se dirigió a la barra. No le hizo falta. Notó sus ojos clavados mucho
antes. Lo que sentía difícilmente podía explicarlo con palabras, después de
casi ocho años, allí, delante de él estaba el otro amor de su vida. Paola. Cómo
coño lo habría encontrado.
—
¡Paola¡— La abrazó y resultó uno de esos
abrazos sinceros, largos y que a veces dicen más que las propias palabras. Ella
tenía una gran sonrisa en la cara y lo miraba con una mezcla de amor y de odio
que no se le escapó a Luis.
—
Luis, el tiempo no ha pasado en vano.—
Siempre tan directa, tan clara.
—
Bueno sí, ya, las canas, la barba, al
menos no tengo barriga.
—
No, la verdad que físicamente estás
igual. Malnacido, no sé si partirte la cara ahora o esperar a que estemos
solos.— Sabía que lo decía totalmente en serio.
—
Paola…
—
No, no empieces a excusarte, más de siete
años sin vernos, excusas continuas, un año sin cogerme el teléfono, nada, tuve
que hablar con tu madre para enterarme de qué habías venido aquí.
—
Te iba a llamar, lo juro, hoy mismo. Es
más necesitaba tú ayuda.
—
¿Mi ayuda? Un par de collejas es lo que
te voy a dar. Anda, siéntate, y cuéntame, que tiene tela que tenga que venir yo
a buscarte.
—
Bueno, tú eres la policía, seguro que
fue muy fácil.
—
Sabías donde trabajo, también lo era
para ti.
—
Te prometo que hoy mismo lo iba a hacer,
cuando venga Felipe te lo confirmará, créeme.
—
Felipe, el famoso Felipe, ¿tú amigo?
—
Sí, ese, de verdad, no te miento.
—
Eso espero. Sino prometo que me
enfadaré. Camarero, tráiganos un par de 1906 sin copa por favor.
—
Y bueno, si llamaste a mi madre sería
por algo.
—
Si idiota, porque tú no me cogías el
teléfono.
—
Es que hace unos meses en una carrera lo
perdí y tuve que cambiar de número, por eso no pude llamarte.
—
Ya, comisaría de Sanlucar, ¿te acuerdas?
—
Sí, eso sí, el caso es que tengo móvil y
número nuevo.— Se lo enseñó, lo cual a Paola le daba exactamente igual.
—
Germán, ha aparecido.— Luis dio un salto
de la silla.
—
¿Cómo?, ¿Ha aparecido?, ¿Dónde?
—
Marbella. Muerto. Ajuste de cuentas casi
con toda seguridad. Lo están llevando los compañeros de la Costa del Sol pero
al haber una orden de busca y captura contra él decretada desde nuestra
comisaría me avisaron. El caso vuelve a estar abierto, aunque no sé por cuánto
tiempo.
—
¿Le has dicho algo a mi madre?
—
No lo he creído conveniente.
—
Te lo agradezco, ¿y de mi hermana se
sabe algo?
—
Mañana voy hasta allí, de momento no sé
mucho más, lo han encontrado esta mañana, estaba en un local abandonando. Tengo
el compromiso de los compañeros de que dejaran todo intacto para poder
revisarlo mañana, menos el cuerpo, claro.
—
A ese nadie lo va a reclamar.
—
No, pero intentaremos buscar algo para
tirar del hilo.
—
Joder, qué casualidad.
—
Bendita casualidad Luis, te evitas un
viaje. Y menos mal que tu madre estaba al tanto, porque hasta Galicia no me iba
ir a buscarte.
—
Pero mi madre te habrá dado mi número
nuevo.
—
Tú madre sabe más por madre que por
vieja, así que no, no me dio nada que tú no le hayas dicho que me dé.— Sonrió
por dentro, las admiraba a las dos, a su madre, por su inteligencia, su fuerza.
A Paola, por lo mismo treinta años más joven.
—
Me has roto totalmente los esquemas. Estábamos
aquí bueno, por unas amigas…—Paola lo interrumpió, en ese momento sólo le
interesaba la investigación y como mucho él.
—
Mira Luis, poco me importa a lo que
viniste, si es por esa novia tuya que tuviste o si eres taxidermista y vienes a
Doñana a hacer furtivismo. Problema tuyo, qué la guardia civil no te pille y
listo. A mí lo que me importa es qué tenemos delante de nuestras narices la
única pista fiable sobre tú hermana, y escúchame, tienes que estar preparado
porque no sabemos lo que vamos a encontrar, igual lo que encontramos no es lo
que estás dispuesto a encontrar.
—
No sé a qué te refieres pero sí la
encontramos viva ya sería todo un sueño, hace tiempo que celebramos mentalmente
su entierro.
—
Pues haces bien en mantener esa postura
vital, y espero que no seas demasiado escrupuloso, al menos hace diez años no
lo eras. Sino no podré tenerte a mi lado. ¿Lo entiendes?— Lo entendía
perfectamente, pero estaba tan en shock qué no sabía ni qué decir.
—
Sí, creo que sí, lo estoy.
—
Bien Luis, mañana a las siete te recojo.
Tenemos que estar a las diez en Marbella. Ah, y una cosa,— le miró sonriente
por segunda vez— échate protección, qué esto no es Galicia, ni siquiera Madrid.
Se
levantó como un resorte, salió del restaurante y sólo entonces Felipe se acercó
a él. Luis estaba blanco, ido, como en un bajón de tensión. En realidad era
como si lo hubieran bajado a trescientos quilómetros por hora en el Dragon
Khan. Respiró hondo y miró a su amigo.
—
¿Estás bien, pido un vaso de agua?
—
Sí, por favor, necesito refrescarme.—
Volvió rápido con el vaso de agua y un paño mojado.
—
Te habrá dado una insolación esta
mañana, es que hay que acostumbrarse a hacer como los lugareños, a salir de
noche y dormir de día. Bueno, y bien, supongo que esa era Paola, ¿no?
—
La misma, ocho años más mayor.
—
Vaya, pues la verdad es que está muy
bien, y vaya carácter. ¿Cómo supo qué estábamos aquí?
—
Llamó a mi madre y ella le dijo que
estábamos en Almonte de vacaciones, el resto ya corre de su cuenta.
—
Ya, es la policía. ¿Y te contó algo? No
sé, parecías muy alterado.—Felipe como buen enfermero seguía apoyándole el paño
en la frente para que le bajara el calor.
—
Germán apareció muerto esta mañana en
Marbella. Mañana vamos a ver qué es lo que llevaba encima y si hay algo que
pueda conducirnos a mi hermana.
—
Hostia tío, muerto, ¿de forma violenta o
natural?
—
Violenta, parece ser. No pinta nada
bien, la verdad.
—
Bueno Luis, no le des vueltas, lo que
tenga que ser será, por mucho que lo pienses no vas a conseguir nada. Lo mejor
es que cenemos, descanses, te relajes y mañana vayas con todas las fuerzas
posibles. Mientras yo iré a ver al viejo e intentaré averiguar algo más de las
chicas. Estaremos separados pero será por una buena causa.
Eres un buen amigo Feli,
ella siempre me lo dijo, y no se equivocaba, en todos los momentos importantes
siempre estás ahí
—
A ver Luis, qué el acaloramiento te está
poniendo sentimental eh, hoy por ti mañana por mí, así es la vida, y si no
tienes nadie que haga eso por ti, es que poco tienes en la vida. Venga, arriba,
vamos a airearnos un rato y a cenar como los ingleses que van a las siete y se
papan todo.— Rieron mientras, agarrados del brazo, se dirigían al agro patio de
aquel hotel con tanto encanto. Las vueltas que da la vida.
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